Los índices de pobreza extrema se han reducido a la mitad desde 1990. Si bien este es un logro notable, una de cada cinco personas de las regiones en desarrollo aún vive con menos de 1,25 dólares al día. Además, muchas personas corren el riesgo de recaer en la pobreza.
La pobreza va más allá de la falta de ingresos y recursos y apunta a la necesidad de garantizar unos medios de vida sostenibles para poder acceder a las oportunidades y participar plenamente en la sociedad.
Entre sus manifestaciones se incluyen el hambre y la malnutrición, el acceso limitado a la educación y a otros servicios básicos, la discriminación y la exclusión sociales y la falta de participación en la adopción de decisiones. El crecimiento económico debe ser inclusivo con el fin de crear empleos sostenibles, promover la igualdad y erradicar la pobreza, incluida la pobreza extrema.